Construyendo adolescencia
Por la vigencia actual y por la fuerza que han cobrado algunos debates alrededor de este tema, mis compañeras de equipo decidieron que la finalización del secundario en la adolescencia sería un excelente tema para abordar en un artículo CIMAS. Sugirieron que sería interesante que sea yo quién realice una introducción acerca de aquella inquietud vocacional que puede suscitarse en un adolescente que está terminando ese nivel de estudios. Al principio pensé que era sumamente difícil ser concreto en algo tan complejo debido a todas las capas institucionales que habría que describir y relacionar. Imaginé que debía reparar en una cantidad de conceptos innumerables, lo cual me generaba incertidumbre por el hecho de llegar a aburrirlos a ustedes (los lectores) y a mí. Luego acepté el desafío y coincidí en que esta temática puede ser un gran disparador para otros tópicos. Además, deduje que éste puede ser un tema común en la mayoría de las familias que tienen hijos adolescentes. Así fué como fui reformulando y ajustando la premisa del artículo. Entonces intenté no caer en la recitación de una serie de definiciones técnicas (que harían dormir hasta al más apasionado de los eruditos) y enfocarme en acercar a padres y a docentes a la problemática que puede existir con un adolescente que se encuentra en un momento de tomar decisiones importantes. Y, como sucede en toda introducción, en estas líneas nos aproximaremos a la cuestión mencionada, pero también espero que sirva como invitación a continuar explorando sobre el tema. Ahora, sin más rodeos, comenzamos a sumergirnos en el asunto que nos convoca:
Ya sea por alguna protesta estudiantil ubicada en horarios centrales en la TV, o por ser considerados buenos consumidores de tecnologías actuales (redes sociales, consolas de juego, tabletas, celulares), o por la asociación que existe entre la mayoría de edad y las emancipación de los padres, los adolescentes de hoy en día aparecen periódicamente en la agenda social de los adultos. Cada tanto reflota como un tema a debatir o a repensar. Por nuestra parte, empezaremos contextualizando a la adolescencia como una etapa que fue concebida de maneras diferentes a lo largo de la historia. Cada sociedad tuvo su propia manera de definir y de “tratar” a este ciclo. En algún momento histórico se ha considerado a los adolescentes como pequeños adultos, que podían trabajar casi a la par de los adultos “mayores” (como los llamamos actualmente) o que podían ser formados como futuros soldados ante algún conflicto bélico.
En tiempos mucho más cercanos, autores contemporáneos caracterizan a la adolescencia como un periodo de crisis evolutiva normal. Podemos encontrar mucha bibliografía sobre el concepto de adolescencia de acuerdo al enfoque que cada pensador adopte y en función del contexto histórico-social en el que cada autor se formó: podemos encontrar abordajes sobre la adolescencia destacando la prevalencia del atravesamiento de múltiples duelos, otros hacen foco en las transformaciones biológicas, también se plantea una división interna de la la adolescencia (delimitando diferentes adolescencias) y, de manera más actual, cada vez se habla más de la prolongación temporal de este ciclo. Pero lo importante a destacar es que, en mayor o menor medida, hay una consideración consensuada en cada época y en cada cultura sobre el periodo que hoy denominamos adolescencia. Por ejemplo: El cumpleaños de 15 en las niñas es una ceremonia cultural que ha sufrido transformaciones, pero en muchas regiones siguen marcando un acontecimiento social relevante.
También se puede afirmar que, aunque exista algún consenso general acerca de cómo se categoriza a un adolescente (con todas las variaciones culturales posibles), las concepciones de otros tiempos no siempre quedan sepultadas enteramente.
Desde este espacio consideraremos a esta etapa como un periodo de la vida caracterizado por las intermitencias anímicas debido a los progresivos y vertiginosos cambios físicos y psíquicos. A su vez, se observa un interjuego entre la familia, los grupos de pares (amigos, compañeros del colegio, compañeros del club, etc) y los adultos significativos externos al núcleo familiar (profesores de la escuela, vecinos, padres de compañeros) dentro de un contexto socio-económico y cultural determinado. Si bien se pueden ubicar determinadas variables generales, el pasaje por este camino es completamente singular.
En ese entramado, el adolescente intentará desarrollar y consolidar su identidad apoyándose en el grupo de pertenencia y mediante íconos con los cuales suele identificarse. Desde tribus como los “Emos” (la cual tuvo su auge hace varios años atrás) como los recientes “Believers”, pudieron unificar y movilizar masas numerosas de adolescentes. Más de una vez hemos observado cómo, ante cada encuentro con sus ídolos, los fans adolescentes entran en un estado de exacerbación y de desenfreno emocional. Un ejemplo más cercano de este fenómeno lo podemos ubicar en el pasado mes de abril, cuando se organizó el encuentro de “Youtubers” en la Rural donde se congregaron decenas de miles de adolescentes. Los jóvenes esperaron durante horas para ver a estos nuevos ídolos. Los mencionados referentes teenagers son muchachos que llegaron a ser famosos internacionalmente por colgar videos de entretenimiento en Youtube. Para contextualizar mejor lo que estoy describiendo pueden observar en esta imagen como los jóvenes esperan la llegada de sus ídolos y como depositan en ellos mucho de sus sentimientos e ideales.
Estos grupos son fundamentales para la vida de los adolescentes ya que indican que son una de las primeras elecciones de identificación fuera de la familia de origen.
Y, al mismo tiempo que suceden este tipo de encuentros, la ambivalencia frente al núcleo familiar se vuelve cada vez más intensa. Por momentos el adolescente repele todo lo que provenga del mundo infantil, por momentos siente nostalgia de aquellos tiempos. Constantemente confronta con la autoridad y cuestiona los límites que los adultos le imponen. Los padres se vuelven objeto de feroces críticas, pero también se reafirman como la “base segura”; donde el joven puede regresar cuando el exterior se presenta como disruptivo o como demasiado desconocido. A los padres se les presenta la doble función de ser ese frontón que resiste la embestida adolescente y, a su vez, de ofrecerse como sostén afectivo. En este feedback entre el entorno familiar y la ampliación del mundo social, los jóvenes van desarrollando su personalidad.
Ser adolescente en la era del mercado digital
En la actualidad, con los avances tecnológicos y con la vertiginosidad comunicacional, al adolescente se le ofrece una multiplicidad de información y una diversidad de alternativas de consumo que van en aumento. Esta oportunidad es histórica. El volumen y la velocidad actual de datos, que se multiplican de manera enérgica, es inédita (no la vivieron adolescentes de otras épocas). Ante ese menú digital o informacional cada adolescente responde de manera particular, de acuerdo a su propia idiosincrasia. Cada joven “filtra” todo ese tumulto de información. No es un receptor pasivo. De esta manera, el adolescente va a elaborar estrategias para que esas ofertas externas se amolden a sus propios intereses. Aunque no siempre tenga éxito y la mayoría de las veces se frustre, es de destacar lo siguiente: Al adolescente siempre le interesan algunas cosas por sobre otras. Aunque sea de manera imperceptible siempre el adolescente está eligiendo. Es una capacidad que puede estar presente en mayor o menor medida…pero está (exceptuando alguna patología o inhibición muy severa, más adelante haremos una aclaración sobre ello). Por más que el joven parezca apático frente a algunas propuestas de los padres o permanezca encerrado en su habitación horas y horas, siempre va a haber actividades sociales o culturales que pueden llegar a interesarle. Parece una obviedad para un adulto que casi todo el tiempo está eligiendo, pero para una persona que hace unos años era tratado como un niño (y quienes decidían las cuestiones importantes eran los “grandes”) hacer consciente esos actos de elección es una tarea importante. Es desde aquí donde se empieza a trabajar en un proceso de orientación vocacional con un joven. Es el primer paso dentro de una serie de pasos. Es decir, que si el adolescente ya viene eligiendo (y tiene conocimiento sobre ello) es una buena señal para trabajar la capacidad de tomar decisiones de mayor envergadura en un futuro cercano.
Antes de seguir avanzado, quería realizar 2 aclaraciones importantes: 1) Siempre estamos refiriéndonos al grueso de los adolescentes, es decir, a nivel general. 2) Es importante remarcar el paso número 1, pero no nos detenemos únicamente en ello. Que al adolescente le guste realizar determinadas actividades, por sí mismo no nos está diciendo mucho acerca de todo lo que se necesita para un trabajo vocacional. Pero, sin embargo, consideramos una muy buena puerta de entrada poder registrar dichas actividades. Habiendo realizado esas consideraciones, continuamos el recorrido.
¡Cambios!
De acuerdo al criterio de los padres, el joven realizará algunas de esas actividades placenteras con su grupo de amigos o con otros adolescentes con los que se identifica por una cuestión puntual. Puede suceder que el muchacho realice actividades o asista a eventos acompañado por algún miembro de la familia (o alguna persona de confianza).
Pero la pregunta que surge es la siguiente: “¿Qué relación existe entre esas actividades de placenteras que realiza el adolescente y el mundo académico y/o laboral que lo espera?”
Es imposible responder de manera sintética a ese interesante interrogante. Solo podremos acercarnos volviendo al título del artículo y afirmando que existe un momento bisagra en aquel joven que está próximo a terminar el secundario. Con el inminente pasaje al mundo adulto aparecen algunas cuestiones novedosas. Pero debemos reparar y poner la lupa en lo siguiente: El adolescente escolarizado tiene una vida cotidiana regida por horarios, objetivos y límites pautados por un establecimiento escolar determinado. Un poco más o un poco menos, pudo acostumbrarse a la vida escolar y responder a algunos comportamientos que se esperan de él. Su familia también amoldó su organización a esos horarios escolares: rutinas semanales y vacaciones quedan reguladas por fechas de exámenes y por el calendario escolar. Hasta que de un día para otro, o mejor dicho: de un trimestre a otro, el adolescente se encuentra con que esa cotidianeidad (regulada por maestros, docentes, preceptores y porteros) finaliza. El mundo adulto se ve muy próximo. Lo que antes era una cuestión periférica y condicionante ahora se vuelve una escena que lo llama a protagonizar determinadas elecciones que lo responsabilizan. El joven deberá reacomodar sus esquemas para enfrentarse a esa realidad que hasta hace poco representaban sus padres, maestros, tíos, padres de amigos, etc. Una realidad que se encuentra atravesada tanto por el trabajo (como medio principal de intercambio cultural y económico) como por estudios formales (como medio de adquisición de conocimientos y prácticas consensuadas socialmente).
Bajo esas condiciones, el adolescente deberá introducirse en una lógica nueva. Él mismo deberá emprender la tarea de reconstruir su propia rutina o, por lo menos, se encontrará ante la posibilidad de tomar algunas decisiones para que así sea. Si bien la familia y su entorno en general pueden acompañar o ayudar (brindando contactos o proveyendo los “medios para”) esta oportunidad es muy significativa para el adolescente. Para la autonomía que puede llegar a sentir.
Este periodo también es relevante por ser un gran cambio inter institucional. Deberá permutar una lógica escolar por otra lógica que le demanda otro tipo de responsabilidad y donde se promulgará su capacidad para tomar decisiones de manera periódica. El joven perseguirá el objetivo de entrar y permanecer en el circuito laboral/académico, con otras exigencias y con otras reglas de juego. El mencionado giro determinará, necesariamente, una reestructuración de la realidad del adolescente.
En base a eso, me gustaría introducir muchas preguntas respecto a este proceso de cambio. El siguiente planteo alcanza a todas las instituciones importantes de nuestra comunidad: ¿Qué herramientas le facilitamos al joven para que pueda cambiar una rutina escolar predeterminada por otra rutina a construir? ¿Estimamos la posibilidad de que al adolescente le surjan preguntas en relación a lo que desea dedicarse? ¿Estamos dispuestos a que esas preguntas sean procesadas con tiempo, el cual puede variar de chico en chico? ¿En cuánto está preparada la escuela como institución para formar a estos futuros trabajadores o profesionales que el medio le está demandando? ¿En cuánto se fomenta la autonomía y la tolerancia a la frustración en los estudiantes para prepararlos en cuanto a las exigencias de una universidad o a los objetivos de un trabajo? ¿Pueden suscitarse conflictos de intereses en aquel grupo familiar donde el hijo no quiere continuar con la carrera que los padres quieren que él siga? ¿Qué sucedería en el caso de que el adolescente no se encuentre interesado por inclinarse hacia el trabajo más redituable económicamente y priorice otro oficio que le genere mayor satisfacción? ¿Consideramos a la vocación como una temática transversal a todo nivel, que puede empezar desde la infancia e involucra a toda organización en la que interactúan personas? ¿O lo vocacional se hace tangible en el último periodo de la escuela secundaria?
El espacio escolar como inicio de un trayecto de formación
No se pretende responder a todas las preguntas formuladas en el párrafo anterior, escaparía a la consigna inicial y nos derivaría a otros campos. Tampoco el objetivo es responsabilizar exclusivamente a las escuelas si los adolescentes que egresan de sus aulas no tienen una convicción certera acerca de qué les interesaría estudiar y/o trabajar. Lo vocacional incluye a la escuela, pero también la excede. Pero por implicarla podemos encontrar en la escuela un óptimo lugar para introducir a la orientación vocacional. Independientemente de la forma que adquiera: ya sea como anexo de alguna materia curricular, o como taller extra curricular o como taller de orientación a padres y/o docentes, etc. El ámbito escolar es un lugar sumamente provechoso para trabajar:
- Con los estudiantes, por ser un lugar conocido para ellos y por promover temáticas que buscan motivar exploraciones ocupacionales / vocacionales.
- Con los docentes: Como herramienta de motivación para los jóvenes y para el ajuste de aprendizajes curriculares.
- Con los padres: Como asesoramiento y como espacio para reflexionar sobre todos los temas emergentes que surjan.
- Con directivos y responsables de establecimientos escolares: Si la función de la escuela es socializar a las nuevas generaciones, transmitir conocimientos útiles para la inmersión de los jóvenes en la comunidad y formar a futuros ciudadanos, la orientación vocacional sería un elemento más que interesante para la consecución de esos objetivos.
Es relevante señalar que si bien se puede medir cuantitativa y oficialmente cuantos adolescentes egresan del secundario en determinada región, lo que se propone es concebir a la escuela como un dispositivo provechoso (por ser uno de las primeras inserciones institucionales formativas del joven luego de la familia y por el extenso periodo de permanencia) para detectar aquellos espacios donde el estudiante pueda desarrollar campos de habilidad y conocimiento útil.
A su vez, la implementación de este tipo de políticas institucionales / educacionales promueven la prevención a nivel individual y a nivel comunitario. Se estima que el enlace que puede otorgar la Orientación vocacional puede ser beneficioso para la comunidad en su conjunto, ya que integra a los jóvenes al círculo de los adultos y no los expulsa. Como sociedad sabemos lo que significa tener un alto índice de jóvenes desocupados y/o sin contención interinstitucional. A nivel más personal, el adolescente va a desarrollar mejor sus habilidades si hay conexión entre instituciones que lo alojan y, a su vez, le brindan espacios de formación y/o capacitación. En el próximo apartado se expondrá una situación ejemplificadora acerca de las repercusiones que se podrían llegar a prevenir en este sentido.
Volviendo a nuestra propuesta de este apartado, se plantea que aquel adolescente que esté por finalizar la enseñanza media cuente con un espacio de orientación, asesoramiento y acompañamiento respecto al área (o áreas) en la cual se mostró más interesado durante los años en los que formó parte de dicho nivel educativo. Tal vez es un pequeño gran giro que puede empezar formando a los docentes de un establecimiento escolar bajo esa lógica. Para ello, es indispensable transmitir y confirmar a nivel institucional las intenciones de vincular las habilidades e intereses de los alumnos con todos los espacios curriculares que se puedan diseñar y/u ofrecer.
Lo Vocacional
Habiendo desplegado algunas coordenadas que pueden ser útiles en un planteo de inquietud vocacional como la que se puede vislumbrar en el joven recién egresado, es destacable entender que si bien es una decisión muy importante la que deberá tomar el joven no es necesariamente determinante. Es fundamental que el adolescente sienta que lo más relevante es poder decidir y transformar su realidad. Considerar que su decisión debe ser infalible (sin margen de error, sin plasticidad o sin maniobrabilidad) es reafirmar la adolescencia, donde todo se vive como blanco o negro.
Con todos estos argumentos sobre la mesa, remarcamos que en un trabajo de Orientación Vocacional se intentará enlazar el interés que despiertan determinadas actividades significativas para el consultante (articuladas a su historia, a su impronta personal y a aquellas actividades escolares y extra-escolares que le han resultado interesantes) con la oferta del mundo del trabajo y/o académico. Pero esto no sucede sin la participación y el compromiso del joven (en colaboración con el orientador). En ese sentido, también el apoyo del entorno familiar se vuelve fundamental. Es un trabajo “codo a codo” del joven con el orientador teniendo a la plataforma familiar como sustento. Esta definición es relevante ya que el trabajo vocacional es un proceso de acompañamiento y asesoramiento profesional que no reside en la prescripción de recetas escritas de antemano.
En este tipo de situaciones el trabajo de OV con adolescentes que están finalizando el nivel secundario se ofrece como un espacio donde se intentará detectar algo de lo vocacional mediante la exploración de determinadas actividades que pueden desembocar en la elección de una carrera universitaria o en el interés por el desarrollo dentro de alguna actividad en un ámbito laboral / institucional determinado; pero esta vinculación no es necesariamente efectiva a priori. La desembocadura en una elección de una profesión o un oficio se va construyendo si se dan una serie de factores en un tiempo que puede variar de muchacho en muchacho. Siguiendo esa dirección se subraya el concepto de inquietud vocacional, ya que nos remite a 2 direcciones íntimamente conectadas: Refiere a algo interno que inquieta y que requiere un movimiento (activo) en el exterior.
Realizo esta referencia a la OV dado a que si sumamos los cambios que se generan dentro del entramado familiar con un adolescente que está finalizando la secundaria, con los duelos y crisis que atraviesa el joven (propios de ese ciclo) y la interpelación del mundo adulto frente a la decisión de tener que elegir “algo” (que básicamente defina qué hacer con su vida) estaríamos hablando de un momento sumamente particular. Dados todos estos puntos enunciados, describimos a este recorte temporal como una circunstancia de la vida con gran potencial de incertidumbre.
De todas formas, vale aclarar que hablamos siempre en potencial ya que no siempre es necesaria una consulta vocacional para atravesar esta etapa. La constante es que se puede sortear este periodo post-escolar sin consultar a un orientador. De hecho, la mayoría de los casos se resuelven de alguna u otra manera. Algunos jóvenes tienen definido a que área general se quieren dedicar cuando terminan la secundaria o cuales son las cuestiones que deciden priorizar al finalizar sus estudios. Otros tienen alguna preferencia laboral muy marcada y precisa. Algunos deciden profesionalizar alguna actividad que antes realizaban de manera extra escolar. Hay adolescentes que deciden ampliar la banda horaria y el alcance del trabajo que en la secundaria realizaban “part – time”. Otros se inclinan por el oficio o profesión que mejor se ajusta al mercado actual. En muchas ocasiones, tal vez no haya lugar para elegir demasiado ya que la situación económica indica que el joven recién egresado debe trabajar de lo primero que surja (así y todo, desde este espacio apostamos siempre a que en un futuro esa realidad pueda modificarse o amoldarse subjetivamente). Pero muchas veces no es así. Además, que se resuelva mediante alguna elección no significa que más adelante esa elección pueda tambalear. Y no significa que sean “malos padres” aquellos que detecten la existencia de una inquietud vocacional con su hijo. Mucho menos que el adolescente tenga un “trastorno” porque duda acerca de la rama laboral en la cual pueda desarrollarse mejor o no sabe qué carrera elegir o no está seguro que la carrera en la que se inscribió (o comenzó a cursar) es la que lo apasiona. No se trata de realizar juicios valorativos ni de patologizar la duda vocacional del joven. Debido a ello, es que la cantidad de encuentros en un trabajo vocacional es mucho menor que el tiempo que se demanda en una terapia motivada por otro tipo de consulta con adolescentes (por ej: Bulimia, inhibición, adicciones, etc).
Acerca de una pregunta que interesa
Recuerdo una vez a un muchacho que vino a mi consultorio derivado por un motivo que no tenía relación visible con la orientación vocacional. El consultante había terminado la escuela secundaria algunos años atrás. Desde ese entonces, venía dribleando entre carreras y trabajos de medio tiempo. Luego de varias entrevistas, y casi como tema periférico, surgió firmemente la problemática acerca de la elección de una carrera y de una indecisión aparente. No había una carrera de las denominadas tradicionales que pudieran convencerlo y que, a su vez, colmara las expectativas familiares. A medida que se sucedían las entrevistas surgió la música como denominador común en varias escenas de su vida cotidiana. Esa temática, paso a paso, dejó de ser adyacente y se volvió el tema central de nuestras reuniones. Los episodios mencionados tenían un gran valor emotivo y resultaban cada vez más significativos. Referentes musicales, composición de canciones, shows que el joven brindaba en eventos familiares, algunas participaciones en radios barriales y prácticas con la guitarra iban siendo cada vez más elocuentes. A medida que se sucedían los encuentros, el muchacho expresaba cada vez mayor satisfacción hacia esa afinidad artística. Con el tiempo se pudieron enlazar esos intereses con los estudios en Producción musical. El joven se inscribió y comenzó a cursar en el cuatrimestre siguiente. Si bien continuamos trabajando otras cuestiones por un par de meses más, quería destacar este fragmento por lo siguiente:
- Dado lo trabajado con el muchacho en cuestión, se infiere que los efectos que generó una inquietud vocacional habrá sido uno de los causantes de la consulta. A la mencionada duda la podemos situar críticamente luego de la finalización de los estudios secundarios. Estando velada en los primeros encuentros, dicha inquietud parecía ampliarse y ramificarse hacia otras áreas. Es desde aquí donde se subraya el carácter preventivo de la OV.
- Solo con la constancia del joven y con el relato de episodios relevantes se pudo ir bordeando algunas cuestiones vocacionales.
- Destacamos cómo lo vocacional atraviesa varias actividades. En este caso es transversal a muchas incursiones relacionadas con temáticas musicales.
- Haber rozado algo de lo vocacional, permite una versatilidad que marca un eje medular. Esto desembocó en la carrera de Producción Musical en un momento particular (con todas las variables que implica y que exceden al recorte presentado), pero más adelante puede derivar o transformarse en otra decisión académica y/o laboral.
- El apoyo de los padres para que el adolescente tenga el tiempo y el espacio disponible para decidir iniciar una carrera y para acompañar dicha elección.
Para ir cerrando la situación presentada, vale aclarar que cada historia tiene una multiplicidad única de matices; lo cual nos lleva a la imposibilidad de abordar totalmente en un único artículo la complejidad con la que un joven trabaja en pos de ir acercándose al encuentro de algunas respuestas frente a sus inquietudes vocacionales. El recorte que se ofrece es solo un ejemplo ilustrativo y “didáctico” para mostrar de alguna forma la práctica en este ámbito. No se pretende ofrecer fórmulas matemáticas y/o mágicas. No existe un camino estructurado, estandarizado y rígido para abordar este tipo de consultas. Existen técnicas psicológicas y entrevistas semi-estructuradas muy útiles porque permiten explorar áreas de interés en poco tiempo, pero no hay que olvidar que sin sujeto no hay técnicas. Sin la actividad del consultante no hay movimiento. El muchacho en cuestión asistía asiduamente a los encuentros, compartió episodios de su historia (aparentemente inconexos) frente a una duda inicial (la cual iba expandiéndose hacia otros terrenos) y, además, exploró las alternativas disponibles para profesionalizar esas actividades que le generaban satisfacción. En el trabajo vocacional, el tiempo y el trabajo son fundamentales. La situación presentada no escapó a esos factores. Tiempo para ir escuchando lo que tiene para decir un joven en un espacio dedicado exclusivamente a ello. Trabajo en el sentido que el consultante se ocupe por aquella problemática vocacional (dentro y fuera del espacio de consulta) y se deje acompañar y asesorar por un profesional.
Para ir finalizando este primer artículo CIMAS quería destacar que intenté realizar una introducción general acerca de todas las cuestiones que conlleva la inquietud vocacional y, de esta manera, poder dejar sentadas algunas de las bases para poder seguir escribiendo sobre consultas recurrentes y/o de interés general.
Me despido admitiendo que, aunque uno se esfuerce por allanar un camino, siempre van a ir apareciendo interrogantes nuevos. Y por el hecho de ser preguntas novedosas se pueden volver interesantes. Sin preguntas interesantes no habría respuestas interesantes y mucho menos aprendizaje. Al fin y al cabo el primer paso de un proceso de orientación vocacional es justamente eso: una pregunta que interesa.