En la conversación el significado se construye a partir de la interacción y la negociación entre los interlocutores. Pero la propuesta y evaluación de los contenidos que se disponen en cualquier intercambio no sólo se realiza de manera verbal, explícita y consciente. Dentro de los intercambios verbales el sentido se construye a partir de varios factores: la señal verbal, gestos faciales gestos corporales, etc. La expresión del rostro de nuestro interlocutor enmarca sus palabras y nos permite leerlas en un contexto emocional específico. Por ello consideraremos que el discurso se compone de todo lo que genere significado, tanto de material verbal como visual, en este caso gestual.

La construcción histórica de significado del rostro

El rostro no ha sido siempre objeto de observación. La mirada sobre el rostro y su significación han atravesado diferentes momentos en la historia occidental. Las civilizaciones medievales y renacentistas de Europa occidental mezclan confusamente tradiciones paganas y cristianas. El individuo no era considerado como tal en el mundo medieval. La vida implicaba la presencia constante de los otros.  El espacio no consideraba la intimidad en el sentido actual. Cualquier individuo que quisiera desligarse de la estrecha red social era inmediatamente considerado extraño. La cultura popular de la Edad Media y el Renacimiento rechazaba el principio de individuación. Afirmaba permanentemente el contacto físico con los otros. En ese contexto el rostro no contenía un valor específico.

El concepto de individualidad tal como lo conocemos comienza a gestarse con Descartes y la filosofía mecanicista que sostienen la disociación total del cuerpo y sus lazos simbólicos con el universo, convirtiéndolo en lugar exclusivo de la individuación. El individuo ya no es solo parte de una comunidad sino que se vuelve un cuerpo.

Lecturas del rostro

El rostro revela detalles de la identidad personal, pero puede presentar lecturas contradictorias. A la vez identifica y distingue al individuo. Marca su singularidad y lo emparenta con los otros. Han sido numerosos los intentos a lo largo de la historia de clasificar, como en la botánica, los diferentes rostros que se encontraban en un mismo grupo social.

Los estudios sistemáticos nacen en Grecia a partir de Pitágoras. Antes de admitir un postulante en su sociedad, los pitagóricos lo sometían a un examen minucioso del rostro, manos, porte y movimiento de su cuerpo. Las escuelas de Sócrates y Platón también subordinaban el reclutamiento a la observación de rostros y maneras. Platón hace grabar la siguiente leyenda frente a su escuela: “que nadie entre aquí si no es geómetra, si es deforme su rostro o mal proporcionado en sus miembros”.

En la edad media y el renacimiento las descripciones intentan establecer correspondencias entre el cuerpo y el entorno. Para la concepción medieval el cuerpo es considerado una cárcel que encierra al verdadero “yo”, mientras que para la mentalidad renacentista el cuerpo es la esencia de lo humano.

Más cerca en el tiempo, Lavater publica, entre 1775 y 1778, su fisiognomía en diez volúmenes. Es la primera en establecer relaciones entre los movimientos faciales y los sentimientos. A ella sigue Expression of the emotions in men and animals de Darwin, en 1872. Una obra que aún hoy continúa citándose como referencia.

Mención aparte merece el pensamiento de Lombroso a fines del siglo XIX. Se trata de un intento por establecer una distinción entre categorías sociales a partir de los rasgos faciales y formas del cráneo: de acuerdo a sus estudios delincuentes, criminales, ladrones, prostitutas y revolucionarios tendrían formas particulares que permitirían identificarlos.

Durante el último siglo los investigadores han reconocido la necesidad de trabajos que integraran las dimensiones verbal y no verbal aunque en general ha habido pocos estudios que unificaran ambas dimensiones.

Ideología y emoción

Tradicionalmente se considera que las ideologías se realizan discursivamente mientras que lo emocional, a pesar de tener una manifestación que puede involucrar lo discursivo, suele realizarse a través de lo corporal, es decir, las ideas se manifiestan a través de las palabras y las emociones por el tono de voz, gestos y movimientos corporales. Esto puede explicarse fácilmente si consideramos que, por un lado, las ideologías existen porque existe el lenguaje y, por otro lado, las realizaciones emocionales involucran aspectos biológicos. Sobre esto nos extenderemos más adelante. Tanto ideología como emoción se desarrollan a partir de la interacción social e implican cierto grado de inconsciencia.

La conciencia individual se alimenta de información concebida socialmente, es decir, ideologías de grupo. A pesar de ello presenta matices individuales. El concepto de ideología ha sido definido de muy diversas maneras por diferentes autores. Terry Eagleton ha desarrollado una amplia investigación sobre los diferentes significados adjudicados al término. Algunas de las acepciones mencionadas por Eagleton describen el concepto como proceso de producción de significados, un conjunto de ideas característico de un grupo o clase social, ideas que permiten legitimar un poder político dominante, etc. Algunos de estos significados parecen compatibles entre sí mientras que otros pueden excluirse mutuamente. Más allá de los matices, lo cierto es que la ideología sustenta las relaciones de poder. La ideología representa la manera en que una persona vive sus relaciones con el conjunto de la sociedad, lo que no puede considerarse una cuestión de verdad o falsedad. De esta forma podemos considerarla como una organización particular de las formas de significar que hace que los seres humanos seamos sujetos sociales.

La ideología es un asunto de discurso más que de lenguaje, depende de los usos del lenguaje entre seres humanos individuales para producir efectos específicos. En concordancia no puede hablarse de ideología sin pensar en una reacción emocional frente a las ideas.

El caso de las emociones es aún más complicado dado que involucra un conjunto de elementos más heterogéneos. Históricamente las emociones han sido consideradas como una función adaptativa del organismo al medio circundante, la cual implica una excitación fisiológica, conductas expresivas y una experiencia consciente. Esta función adaptativa involucra un conjunto de actitudes y creencias sobre el mundo que influyen en la forma en que el entorno es percibido y valorado.  Algunos investigadores sostienen que si bien muchos de los elementos que disparan mecanismos emocionales están localizados en el ámbito de lo interpersonal, su importancia y significado funcional están definidos por el sistema cultural en el cual están inmersos.

De acuerdo a diversos estudios las emociones se analizan a partir de tres elementos:

  1. disparadores emocionales.
  2. procesos de desencadenamiento involuntario.
  3. reglas de exhibición.

De acuerdo con Paul Ekman los disparadores emocionales son los elementos que, merced a la experiencia de vida, se asocian con una emoción determinada y posibilitan los procesos de desencadenamiento involuntario. Estos elementos son básicamente conceptos, ideas, y por ellos podemos considerarlos de carácter ideológico. Lo mismo sucede con las reglas de exhibición. Son diferentes para cada cultura y están pautadas ideológicamente. Por otra parte, los procesos de desencadenamiento involuntario son mecanismos biológicos que relacionan los extremos pautados socialmente.

Diferentes antropólogos sociales describen la cultura como un fenómeno cuya esencia es la comunicación, la cual está compuesta por patrones verbales y no verbales que sirven de guía para las relaciones interpersonales. La estructura básica del pensamiento humano posee las características de un relato. Las sociedades elaboran su conocimiento de la realidad, del pasado y del presente, así como su proyección hacia el futuro, sobre la base de las historias más difundidas en su tradición particular. Los miembros de una sociedad determinada escuchan los mismos relatos innumerables veces desde la infancia, configurando así las cosmologías, visiones del mundo, sobre las cuales son armadas las identidades personales. Las diferencias en culturas responden a diferentes relatos, pero dentro de cada cultura los individuos reaccionan de diferentes maneras ante los contenidos narrativos y elaboran interpretaciones particulares. Por ejemplo, si bien en occidente la tradición cristiana es imperante, los individuos adoptan diferentes posiciones frente a ella y por ello puede encontrarse creyentes, ateos y agnósticos.

Dentro de las historias que cada sociedad elabora, existen denominadores comunes, elementos similares en sus estructuras. Todas las narrativas tienen como tema central el drama del individuo que siente el llamado a realizarse y alcanzar su propio crecimiento en términos de sabiduría para contribuir con la evolución de su comunidad. Cada forma cultural de vida determina los medios a través de los que sus “héroes culturales” deben cumplir esta tarea y las pruebas que deben superar. Para ello las sociedades convierten grandes bloques de datos y experiencia vital en símbolos.

Los símbolos son representaciones condensadas de significados importantes para un grupo social y, en su conjunto, abarcan la visión del mundo que una cultura tiene. Transmiten los valores y los límites de una sociedad determinada e indican como pensar, actuar y sentir en cada situación de la vida diaria. Esta transmisión se basa en la repetición de las historias antes mencionadas, discursos repetidos en la escuela, templo, calle, medios masivos de comunicación, etc.

Los contenidos simbólicos no solo se transmiten discursivamente. El lenguaje no verbal tiene una enorme importancia en la generación y reproducción de estos contenidos, sobre todo emocionales. Mediante él, los símbolos quedan asociados a emociones específicas que más tarde se convierten en sentimientos. Se aprende a manifestar correctamente emociones para que otro pueda decodificarlas. La cultura es un conjunto integrado de sistemas de comunicación en el que los elementos verbales y los elementos no verbales  funcionan de manera interdependiente.

Si a partir del nivel verbal pueden recuperarse e interpretarse ideas, a través de la decodificación de señales y signos no verbales se puede interpretar el estado de ánimo y la actitud del hablante frente a sus propias palabras. Para la expresión de las emociones cada cultura establece reglas de exhibición que condicionan lo que puede hacerse en los diferentes ámbitos sociales. Estas reglas se aprenden durante la infancia y adquieren especificidad, dado que determinados entornos provocan emociones diferentes en culturas diferentes. Además la expresión corporal está socialmente regulada, de manera que puede ser promovida o inhibida. Estas normas estipulan los contextos para la expresión de cada emoción. Por ejemplo, las reglas de exhibición comunes en Bali para los miembros de la religión hinduista disponen que los asistentes a los funerales participen en procesiones cantando y bailando alegremente, mientras que en Occidente los funerales son situaciones donde lo indicado son las expresiones de dolor y angustia. Estas diferencias están asociadas a ideas y visones del mundo particulares de cada sociedad. En Bali, se priorizan los sentimientos relacionados con el destino espiritual post-mortem, mientras que en occidente prevalecen los sentimientos vinculados con la ausencia.

Los estados emocionales expresan el nivel más bajo de la conciencia. La experiencia vital, la capacidad de percepción y raciocinio están constantemente influenciadas por las emociones. Estas influyen en nuestra forma de pensar, en los recuerdos, en la evaluación del presente y de las expectativas, y por supuesto, en el discurso.

Licenciado en Letras por la Universidad de Buenos Aires. Doctorando en el área de lingüística en la misma universidad. Sus investigaciones se orientan al análisis del discurso, análisis de la conversación, pragmática, fonética e historia de la filología y la lingüística, principalmente hacia la relación entre comunicación lingüística y comunicación no lingüística y la reproducción del especismo como ideología en los medios masivos de comunicación.

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